EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL DE LA BANDA ORIENTAL

SITUACIÓN DE LA AGRICULTURA Y LA GANADERÍA
La agricultura estuvo poco desarrollada en la Banda Oriental. Contra ella conspiraron: a) la inexistencia de una agricultura indígena que sirviera de base en cuanto a aporte de mano de obra y a productos; b) el desarrollo de la ganadería favorecida por las pasturas, transformandose en la base de la alimentación y en fuente de riquezas.
Sobre las primeras plantaciones realizadas en terreno oriental poco sabemos, suponiendose que se debieron hacer cultivos para el consumo local en las primeras poblaciones levantadas (San Juan, San Salvador, Soriano, Colonia del Sacramento). Después de la fundación de Montevideo, sus pobladores iniciaron cultivos en sus propios solares de la ciudad para su abastecimiento. Poco prosperó el trabajo en las chacras repartidas a los primeros habitantes. El trabajo en las chacras exigía trabajos de cercado, defensa contra la invasión de los animales y existencia de brazos suficientes, por lo que tardó mucho en concretarse. Los cultivos más importantes se realizaron en las chacras del Miguelete (actual Paso del Molino y Prado). Las cosechas más importantes eran las de trigo, también se cultivaba maíz, hortalizas y frutales.
La ganadería constituyó el elemento básico de la economía de la Banda Oriental durante el período colonial. Proporcionó la alimentación preferida por la población y además la venta de sus derivados fue la principal fuente de ingresos de la zona que permitía adquirir mercaderías al exterior. El interés de las autoridades coloniales en la banda oriental se debió en gran parte a su riqueza ganadera. Desde su introducción a comienzos del siglo XVII, el ganado vacuno se había reproducido rápidamente (se calcula que a una tasa del 20% anual). En el transcurso del siglo XVIII se produjo una reducción del ganado existente en Buenos Aires, en el momento que el mercado europeo aumentaba la compra de cueros. Las razones de esa disminución eran varias, pero sobretodo se debía a la matanza indiscriminada hecha por el sistema de vaquerías, en las cuales se mataban grandes cantidades de animales  incluyendo hembras aptas para la reproducción. La escasez de ganado e territorio bonaerense provocó su valorización y también la valorización de la tierra.
Fue en ese momento que la vaquería comenzó a ser sustituida por la estancia. Esta permitía la localización espacial de la actividad ganadera, imponía el concepto de propiedad privada de la tierra y estimulaba el establecimiento del propietario de la estancia y su familia en el campo. El establecimiento de estancias llevó tiempo, primero se inició la apropiación de ganado y luego de la tierra,: los ocupantes se instalaban “de hecho” en la tierra y no siempre obtenían el reconocimiento de su derecho de propiedad por que no hacían los trámites que eran complejos.
El ganado preferido fue el vacuno y se le dio poca importancia a la cría de ovinos. En cuanto a los caballos, se apartaban los animales necesarios para las faenas y se mataba el resto para que no comiera el pasto de los vacunos. La explotación ganadera era extensiva, el ganado se criaba y reproducía suelto, sin mayores cuidados. Se le arreaba y juntaba (rodeos) para hacer la matanza. Esta se hacía sin tener en cuenta la edad del animal y sólo se aprovechaba el cuero, desperdiciando el resto. La mayor parte del ganado era cimarrón, o sea sin dueño, y por lo tanto todos se sentían con derecho sobre él, pero ninguno quería cuidarlo como verdadero propietario.
Después de fundada Montevideo se repartieron estancias pero esto no cambió el tipo de explotación porque: 1) no todo el territorio fue repartido, 2) se repartieron estancias inmensas, latifundios, y el ganado siguió criandose sin cuidados. Al propietario le bastaba con encerrar el ganado en las rinconadas formadas por arroyos y ríos cada vez que iba a faenar. La inversión era mínima ya que bastaba con contratar changadores para el trabajo de juntar el ganado y faenarlo. Como las estancias no estaban cercadas, el ganado marchaba de un lugar a otro, resultando muy difícil precisar a que propietario pertenecían porque tampoco se le marcaba. Los límites entre las estancias también eran imprecisos, siendo por lo general , algún accidente geográfico.
Las dos principales actividades derivadas de la explotación ganadera eran la salazón de cueros y la salazón de carnes. En grado de menor importancia se encuentra el aprovechamiento de la grasa para fabricación de sebo usado en los jabones y el alumbrado. La salazón de cueros o corambre fue la más desarrollada durante el periodo colonial, ya que los cueros se obtenían con gran facilidad y eran rápidamente comercializados ya que existía gran demanda desde Europa. La salazón de carnes exigía mayores cuidados tanto en la selección del ganado como en la preparación del tasajo o charque.
En 1781 Francisco de Medina inició la industria saladeril en su establecimiento junto al arroyo Colla. Su primer objetivo fue abastecer de tasajo a la armad española destacada en esta zona, pero luego comenzó a vender tasajo hacia Cuba donde se utilizaba para alimentar a los esclavos.

EL ARREGLO DE LOS CAMPOS
Con el nombre de “arreglo de los campos” se conocen las diversas iniciativas que se realizaron durante el periodo colonial para dar solución a los problemas de tipo económico y social que se producían en la campaña. Esos intentos, que tuvieron diverso origen, en muchos casos coincidían en las soluciones aportadas, pero estas no llegaron. Entre esos aportes se encuentran los siguientes:
1) Las Noticias sobre los campos de la Banda Oriental del año 1794 y cuyo autor se desconoce, fueron entregadas al Virrey Pedro de Melo. En el documento se aconsejaba, en primer término, prohibir que los comerciantes de la ciudad fueran a la vez estancieros, porque al vivir en la ciudad y dedicase a la actividad comercial, no poblaban el campo y lo explotaban a la distancia. El informe agregaba que si los hacendados se dedicaran a las estancias y se les daba el derecho exclusivo de vender los cueros a Europa,  las explotarían debidamente y no tendrían que recurrir a las matanzas de ganado cimarrón. Indicaba que las tierras que estaban en manos de comerciantes debían repartirse entre quienes estuvieran dispuestos a poblarlas, inclusive entre changadores y peones de campo ya que “estos infelices han trabajado siempre para otros” expresaba.
Para evitar el traspaso de ganado a territorio de Portugal sugería el establecimiento de guardias en la frontera. Para evitar la matanza de ganado cimarrón realizada en los campos de los comerciantes y en las vaquerías de los indios guaraníes al norte del Río Negro, recomendaba poner un impuesto a los cueros orejanos que se quisieran vender en Montevideo.
Las medidas a aplicarse no sólo debían ser con fines económicos sino, también, para transformar las costumbres del medio rural que el redactor de las Noticias describía como bárbaras: ...El uso del cuchillo es irremediable en la campaña; el de la bebida es el más común deleite; la efusión de sangre es el único ejercicio en que se ocupan; no hay porque tener temor a la justicia, a Dios no se lo conoce casi. Con que acostumbrada la vida y las manos de aquellos hombres a ver correr ríos de sangre, y lidiar con fieras, y a vivir entre ellas, se les endurece el corazón, y botan lejos de ellos la humanidad y el amor fraterno, juzgando la vida de sus semejantes del mismo valor que la de un novillo.” Agregaba que una gran parte de los pobladores eran vagos y aconsejaba incorporarlos a los regimientos militares.


2) En su Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata escrita en 1801, Félix de Azara también propuso soluciones. En primer término se refiere al problema de las grandes extensiones de tierras concentradas en pocas manos y la falta de títulos de propiedad. Esto era debido a que los trámites para obtener el título era muy engorroso, por eso dice Azara que “aburridas las gentes de formalidades, costos y visitas al escribano” decidieron ocupar sin más tramites las tierras. Quienes tenían títulos eran a su vez los que tenían enormes extensiones, porque la tierra no la pagaban, pagaban el trámite, por lo tanto aprovechaban el trámite para obtener grandes extensiones. Aconsejaba disminuir el tamaño de las estancias y accesorar a sus propietarios sobre el modo de obtener más rendimiento. También proponía que se dieran títulos de propiedad a quienes estaban habitando las tierras y quitarles las tierras a aquellos que no las hacían producir y dárselas a otros.
También propone poblar la zona norte del territorio y darles tierras a los indígenas cristianos, es decir a los guaraníes, mientras  aconseja reducir a los charrúas.
Azara era partidario de que se dejase sin efecto la prohibición de comerciar con los portugueses que había dado origen al contrabando y al robo de ganado. “Nos quejamos de sus continuos robos de animales y no advertimos que es imposible evitarlos mientras no socorramos su absoluta necesidad”, decía en las Memorias recomendando que se permitiera la libre venta de caballos, asnos y mulas. Azara también toma en cuenta la situación de los hacendados del norte del Río Negro que se encontraban lejos de los saladeros ubicados al sur de la Banda Oriental. Indica que se les debe permitir vender ganado vacuno a Brasil pero con un impuesto alto impuesto, porque ese ganado iba a ser procesado por los saladeros de Río Grande del Sur compitiendo con los orientales.
3) Otro plan de arreglo de los campos se encuentra en el informe que Miguel Lastarria, secretario del Virrey Marqués de Avilés, realizó con el pomposo nombre de Reorganización y Plan de Seguridad Exterior de las muy interesantes colonias orientales del Río de la Plata a comienzos del siglo XIX. En su obra Lastarria destaca la falta de una autoridad para el territorio de la Banda Oriental proponía la creación de dos gobiernos: uno para Montevideo hasta el Río Negro y otro para el resto al norte de dicho río. De ésta manera se vigilaría y atendería mejor la zona norte.
Señalaba la necesidad de amparar a los propietarios, no sólo a los que tuvieran título legítimo, sino a los que eran simples poseedores y ocupantes. A las tierras se les establecerían límites máximos en proporción a la cantidad e ganado que poseyeran; las que excedieran esa proporción pasarían a otras personas. Proponía que a los pobres se les adjudicara un terreno con la obligación de cultivarlo o poblarlo de ganado en cuatro años. También se le entregarían tierras a los indios que tendrían preferencia sobre los españoles. El ganado orejano, sin dueño, se destinaría a las necesidades comunes, pero los pobres se les podía entregar un cantidad para que empezaran a poblar su campo.
Para asegurar los territorios fronterizos proponía que se repartiesen tierras exclusivamente a españoles, evitando establecer allí indios. Todo propietario de esta zona limítrofe, debía formar parte de los escuadrones militares encargados de las defensa de la frontera y no pagaría ningún tipo de impuesto por la venta de los cueros que realizara. De ésta manera se estimaba el establecimiento de población en la zona cercana a territorio portugués. Finalmente proponía que los visitaran el territorio oriental o enviaran visitadores en su lugar para tener una visión más real de los problemas que había.
4) En 1800 el Coronel Joaquín Soria, comandante de Cerro Largo, hizo conocer al Virrey Marqués de Avilés, algunas ideas para mejorar la situación de la campaña oriental. El principal remedio que proponía era el reparto de tierras realengas (estatales) de la zona  de la frontera. Al sur del Río Negro, según Soria, la región estaba poblada y ya no había terrenos para repartir, pero al norte había solamente 130 estancias, por lo cual, dad la extensión del territorio, se podía considerar despoblado. Advertía que para la conservación de las tierras y su seguridad, debían fundarse pueblos. Además, al sur del Río Negro, debía denunciarse todo individuo que tuviera sobrante de tierras y estas debían darse a otros de manera de lograr una mejor distribución y que hubiera un mayor número de personas con tierras.
Además de estos planes, que no fueron tomados en cuenta por las autoridades y nadie los llevó a la práctica, debe tenerse en cuenta el accionar de los hacendados. Estos formaron un gremio para defender sus intereses. Para los estancieros de la Banda oriental, el principal motivo de queja era la falta de seguridad y garantías para sus bienes, ya fuera por los ataques de los indios o de los portugueses. En marzo de 1802 los estancieros se reunieron durante tres días en el local del Cabildo de Montevideo y allí resolvieron, entre otras cosas: 1) la designación de cuatro apoderados para hacer gestiones en favor del gremio, 2) la elección de delegados en todo el territorio oriental que representaran a los estancieros, 3) solicitar a las autoridades que se prohibieran los vendedores ambulantes en el campo, porque consideraban que estos compraban cueros de ganados robados, 4) respaldar el mantenimiento de la lucha contra los indígenas “a fin de conquistar los desiertos cuya posesión tienen hoy esos bárbaros y facinerosos delincuentes”.
En abril de 1805, el Virrey del Río de la Plata, el Marqués de Sobremonte, en acuerdo con la Real Audiencia, tomó algunas resoluciones para satisfacer los reclamos. Entre las resoluciones tomadas se encuentran:
1) Repartir tierras entre las familias pobres en la zona de la frontera. Las tierras a repartir serían “suertes de estancia” que no excederían una legua de fondo. Los nuevos pobladores no podían vender ni hipotecar las tierras por espacio de doce años, y pasado ese tiempo tampoco podían venderla a otro vecino para impedir la formación de latifundios. Podían tomar para los ganados sin dueño que estuvieran en la zona y no pagarían impuestos por la venta de cueros durante diez años. Se les prohibía venderlos a los territorios portugueses.
2) Fundación de pueblos en el norte cerca de la frontera, y los pobladores que quisieran afincarse en ellos recibirían solares para hacer sus casas, chacras y quintas. Se daría preferencia a los integrantes del Cuerpo de Blandengues y se dictó un indulto a todos los vagos “que se denominan gauderios o changadores, comprendiendo a los que hubiesen ejercitado el contrabando con los portugueses” para que se incorporaran a dicho regimiento.
3) Se enviaría una expedición “pacificadora” bajo el mando del Teniente Coronel Francisco Javier de Viana.
Los gastos que se harían para llevar a cabo estas resoluciones serían cubiertos por los estancieros y también mediante lo recaudado por el cobro de una “composición” a todos los poseedores de tierras que no tuvieran título de propiedad. Esta forma de cubrir los gastos no fue aceptad por el gremio de estancieros que se opuso a la misma y convocó a una reunión. Esta, realizada el 16 de diciembre de 1805 rechazó el pago de la contribución exigida y se negó a pagarla. Además crearon una Junta Directiva de carácter permanente para que se encargara de representar a los hacendados. Al enterarse el Virrey Sobremonte de lo resuelto por los hacendados de la Banda Oriental, decidió disolver la junta directiva, suprimir el gremio de hacendados y reiteró la obligación de pagar una contribución para atender los gastos.

EL COMERCIO Y LA LUCHA DE PUERTOS
El comercio en la Banda Oriental estuvo representado en sus orígenes por el contrabando realizado desde la Colonia del Sacramento o con los bucaneros que llegaban hasta las costas del este a buscar cueros. Fue recién con la fundación de Montevideo que comienza a desarrollarse el comercio legal. La ciudad de Montevideo inició muy pronto sus actividades comerciales coincidiendo su desarrollo con la política liberal que los reyes Borbones aplicaron, eliminando gran parte de las restricciones del sistema monopólico que hasta ese momento había impuesto España. El volumen del comercio del puerto de Montevideo fue creciendo y paralelamente  la Corona le fue adjudicando jerarquía a través de disposiciones administrativas. Si observamos esas disposiciones tenemos la siguiente evolución:
1741: Se autorizó a dos navíos la introducción de negros esclavos por el puerto de Montevideo y llevar cueros de regreso.              1767: Se creó un sistema de correos entre Montevideo y La Coruña (cuatro por año), permitiendo que a la venida trajeran mercadería y al regreso llevaran cueros y sebo. Esta noema fue reiterada en 1775.
1776: Se dispuso que podían recalar en el puerto de Montevideo los buques de guerra o de comercio que iban hacia Perú por el estrecho de Magallanes.
1778: Montevideo es incluido entre los puertos que estaban habilitados para comerciar libremente con cualquier puerto de España o de las colonias españolas en América. 
1779: Se establece que Montevideo será la sede de la Comandancia de Resguardo encargada de controlar todos los barcos que navegaran por aguas del Virreinato del Río de la Plata.
1787: Se autoriza la introducción a través de Montevideo de negros esclavos con destino a Chile y Perú. Al regreso esos barcos podían llevar cueros para España o a puertos ingleses. Al permitirse en 1791 a cualquier español e incluso a extranjeros la introducción de esclavos en América, Montevideo vio aumentado el volumen del tráfico de esclavos.


1796: Se permitió a Montevideo comerciar con barcos neutrales. Al encontrarse en guerra España con Inglaterra y temiendo que el tráfico comercial se viera interrumpido por el conflicto se permitió a los barcos que no fueran ingleses introducir mercaderías  permitidas y de regreso llevar productos de la región. Los productos permitidos eran alimentos y esclavos, pero era difícil controlar que los barcos no trajeran otras mercaderías de contrabando.
La relativa liberalización del comercio no suprimió el contrabando: El comercio por Montevideo estaba bajo el dominio de representantes de las grandes casas comerciales de Cádiz y quienes querían eludir este monopolio o ponerse en contacto directo con el comercio extranjero, continuaron haciéndolo al margen de la ley.
El aumento de la actividad comercial por el puerto de Montevideo y las disposiciones de la Corona que lo favorecían, fueron creando un enfrentamiento con el puerto de Buenos Aires. Montevideo tenía excelentes condiciones naturales para operar como puerto, mientras que el puerto de Buenos Aires no tenía tan buenas condiciones de acceso porque el trayecto para llegar a él era más largo, existía obstáculos naturales como bancos de arena y tenía cerca la desembocadura del Paraná que arrastraba sedimentos que se iban depositando en el fondo de la zona portuaria. La mayor profundidad que permitía el ingreso de barcos de gran calado y la amplia bahía que daba resguardo en caso de tormentas eran ventajas del puerto oriental.
Los comerciantes de Buenos Aires trataron de obtener beneficios usando la ventaja de que en aquella ciudad se encontraba la sede de las autoridades virreinales. En Buenos Aires estaba, además, el Tribunal del Consulado, que era el organismo competente para los temas de comercio. Este organismo tomó una serie de resoluciones para contrarrestar las medidas que se ordenaban desde España y que beneficiaban a Montevideo.  Cuando se designó a Montevideo como puerto de destino de la correspondencia, el Consulado bonaerense solicitó que los cargamentos de los correos marítimos fueran transbordados a Buenos Aires sin la intervención de la Aduana del puerto de Montevideo. Luego creó el impuesto de avería que se cobraba a los barcos que ingresaban tanto a Montevideo como a Buenos Aires, pero lo recaudado se usaba para mejorar a este último. También impuso el impuesto de almojarifazgo que se cobraba a la mercadería que luego de ingresar al puerto de Montevideo se trasladaba a otra lugar del virreinato. En cambio si esa mercadería ingresaba primero al puerto de Buenos Aires y luego se traslada a otra zona del virreinato, el impuesto no se cobraba. Finalmente las autoridades porteñas decidieron la construcción de un nuevo puerto en Buenos Aires, el de Ensenada, en un lugar más propicio que pudiera competir mejor con Montevideo.
Montevideo reaccionó enérgicamente frente a todas estas medidas, constituyendose una Junta de Comerciantes que se encargó de la defensa de los intereses afectados. Se realizaron gestiones para obtener una mayor autonomía económica y administrativa con respecto a la capital virreinal y se pidió el establecimiento de un Tribunal de Consulado propio. La “guerra” entre el Consulado de Buenos Aires y la Junta de Comerciantes de Montevideo adquirió el carácter de una lucha de ciudades de la cual participaron las autoridades y los habitantes. No fue por lo tanto una simple controversia entre instituciones políticas y comerciales, sino una contienda permanente en ambas ciudades defenderían su posición. Los últimos gobernadores de Montevideo, Bustamante, Huidobro, Elío y Vigodet defendieron los intereses de Montevideo entrando en polémica con las autoridades del Virreinato.
La preferencia que las autoridades españolas y el comercio español tuvieron por Montevideo estimularon el desarrollo de la ciudad. Todo el movimiento de las posesiones españolas en el sur del continente americano, se concentró en Montevideo desde donde se distribuía mercadería a otras regiones del virreinato. La principal producción local, la ganadería, adquirió una importancia extraordinaria, y los buques de otras colonias americanas llegaban colmados de mercaderías para regresar con cantidades considerables de cueros y carnes saladas. Por otro lado se observaba una decadencia en el puerto de Buenos Aires a tal punto que  el encargado de la Aduana porteña, Francisco Ximénez de Mesa, expresó en un informe a las autoridades españolas en diciembre de 1805, que era conveniente suprimir la Aduana de Buenos Aires y concentrar la actividad comercial en Montevideo porque en este se ejercían “con exactitud las funciones de seguridad que afianzarán nuestro provecho”. Creía innecesario mantener dos lugares de ingreso de mercadería al Río de la Plata y se inclinaba por mantener el de Montevideo.
Durante los últimos años del dominio colonial, el antagonismo entre las dos ciudades fue creciendo,se hicieron gestiones ante la corona, se tomaron medidas de represalia y  se desarrollaron ásperas polémicas. El antagonismo tendrá sus consecuencias en la actitud que se tomará, cuando se produzca la revolución, por una y otra ciudad.

LA SOCIEDAD
Encontramos en la Banda Oriental dos ambientes distintos donde se van a dar características sociales también distintas: Montevideo y la campaña.
La sociedad montevideana.- Montevideo era la única ciudad realmente importante que existió en la Banda Oriental durante la época colonial y su mayor desarrollo se dio hacia las últimas décadas del dominio hispánico cuando la actividad portuaria se vio favorecida por las reformas introducidas por los Borbones.
En Montevideo existía una clase alta integrada por los grandes propietarios de campos y ganados y por los grandes comerciantes que realizaban el comercio de importación y exportación y representaban a los comerciantes de España. En muchos casos coincidían ambas actividades, la de estanciero latifundista y la de comerciante mayorista, los dueños del ganado de los que se obtenía el cuero, eran también los dueños de las barracas donde esos cueros se depositaban y ellos mismos los vendían a Europa.
Esta clase social era el patriciado. Sus orígenes están en la propia fundación de la ciudad: Para estimular la venida de pobladores de otras regiones,  a los primeros pobladores se les entregaban tierras, un solar para la vivienda, una chacra y una estancia, carretas, bueyes, herramientas, semillas, excepción del pago de impuesto de alcabala y se les reconocía como “hijosdalgos de solar conocido, nobles de linaje con todas las honras y preeminencias que deben tener y gozar todos los hijosdalgos”, según establecían las leyes hispanas. Los primeros pobladores y las primeras generaciones nacidas en Montevideo fueron acrecentando su fortuna y hacia fines del siglo XVIII el patriciado se diferenciaba nítidamente del resto de la sociedad formando una poderosa oligarquía. Por ejemplo, en 1738, pocos años después de la fundación, el hombre más rico de Montevideo, Francisco de Alzaibar, tenía tres veces más cabezas de ganado que el resto de la población. Pero su fortuna siguió creciendo y en 1751 contaba con 87.000 pesos, casa, almacén, 8 esclavos, 36 mil vacunos, 500 ovejas y 200 yeguas. Mientras el 60 % de los vecinos no alcanzaba a tener mil pesos cada uno.
La acumulación de tierras en pocas manos no procede de los repartos originales de chacras y estancias, ya que están tenían límites que permitían vivir decorosamente sin llegar a constituir latifundios. Estos se originaron en las concesiones o “mercedes” otorgadas por las autoridades, tanto de Buenos Aires como de Montevideo, logradas por influencias de alto nivel o por la ocupación de tierras. Los ocupantes que tenían influencias y prestigio social lograban perpetuarse en las tierras ocupadas y pasarlas a sus herederos sin llegar a cumplir los requisitos que la ley marcaba para recibir títulos legítimos. Algunas familias fueron acumulando tierras, diferenciandose del resto de los vecinos por la extensión de sus posesiones, además al vincularse entre ellas a través de los matrimonios iban acrecentando su fortuna y distanciandose del resto. Entre los latifundistas se encontraban Francisco de Alzaibar, Manuel Durán, Felipe y Bartolomé Pérez (cuñados de Durán) y las familias Más de Ayala, García de Zúñiga, Martínez de Haedo, entre otras. El primer latifundio fue el de Francisco de Alzaibar, originado en una concesión de tierras hecha por el gobernador Salcedo. Ocupaba una gran extensión entre los ríos Santa Lucía, San José y Río de la Plata. Tenía además corambres, almacenes, barcos y su propio puerto de embarque.
Las fortunas vinculadas a la actividad comercial se originaron en el desarrollo del comercio en las últimas décadas del siglo XVIII. La acumulación de dinero provenía de múltiples actividades: tráfico negrero, abasto a la ciudad y a la guarnición militar, acopio y exportación de cueros, grasas y tasajo, importación, préstamos a interés, saladeros, tenencia de buques, entre otras.
Muchos de los integrantes del patriciado eran además letrados, que habían cursado estudios en universidades españolas  o en Córdoba que era la universidad americana más cercana, “agregando a la prosapia de sus linajes las luces de la ilustración” dice José C. Williman. Era éste grupo, además, él que dominaba los cargos del Cabildo. El poder económico y político, el prestigio social, la hegemonía cultural estaba en manos de esta clase. Por ejemplo Mateo Magariños se dedicaba al tráfico de esclavos, tenía latifundios y saladero, era abastecedor exclusivo de la marina, prestaba dinero a interés, y era abogado habiendo intervenido en pleitos que le dieron suculentos honorarios. Por algo lo apodaban “el rey chiquito”.


Por debajo de el patriciado se encontraban comerciantes minoristas, empleados administrativos, funcionarios civiles y militares del gobierno y los artesanos. El comercio minorista se integraba con los almaceneros, tenderos, pulperos, boticarios, etc. Entre ellos había diferencias de bienes, acercandose algunos a la clase alta a medida que aumentaban sus ganancias. Los artesanos o gentes de oficio, como se les llamaba entonces, se integraban con diversas profesiones: maestro de obra, horneros, picapedreros, oficiales albañiles, carpinteros, pintores, sastres, zapateros, barberos, herreros, torneros, panaderos, confiteros. Había diferencias de dinero y de consideración social entre ellos.
Muchos de los artesanos eran extranjeros que trabajaban en los barcos que llegaban al puerto y se quedaban al observar la demanda de mano de obra que existía. La mano de obra especializada se pagaba bien y los vecinos se quejaban de lo que tenían que pagar. La mayor demanda se encontraba en la construcción debido a la cantidad de obras que se realizaban, tanto privadas como públicas (murallas, edificio del Cabildo, Iglesia Matriz). Con el paso del tiempo algunos artesanos pasaron a depender de otro más poderoso que les suministraba material o herramientas para que realizaran los pedidos que él tomaba; en otros casos un empresario les daba trabajo por un tanto, pasando a una categoría intermedia entre artesano y asalariado.
La clase baja la integraban jornaleros libres retribuidos con un jornal fijo o a destajo, con o sin comida. Se trataba de peones de construcción, canteras, hornos de ladrillo, barracas, saladeros, jabonerías, molinos, puerto, etc. En general eran tareas desempeñadas por la población que no era blanca: indígenas, mestizos, mulatos, zambos, negros libres.  Los salarios eran bajos pero según crónicas de la época no había mayores problemas para alimentarse, porque la carne, base de la dieta colonial montevideana, era barata.
Por debajo de estas clases sociales se encontraban los esclavos negros que desempeñaban variadas tareas.

Sociedad de la campaña.- La forma de vida que se desarrollaba en la campaña disimulaba las diferencias sociales existentes. Los grandes estancieros no se pueden considerar como parte de la población del campo porque su vida transcurría en Montevideo. Solamente pequeños estancieros y ocupantes de tierras vivían en le campo y su modo de vida en poco se diferenciaba del resto de la población campesina. Nose practicaba la agricultura por lo que faltaba la clase media agrícola de medianas y pequeñas extensiones de tierras dedicadas al cultivo. Por lo tanto la mayor parte de la población rural estaba constituida por peones, gauchos, personas que vivían al margen de la ley y los indígenas.
Los peones eran pocos por la forma en que se hacía la explotación ganadera. Esta casi no requería mano de obra salvo cuando se hacían los rodeos para agrupar el ganado y faenarlo, por lo tanto el trabajo era escaso y zafral. Bastaba con tener un reducido personal en las estancias para mantenerlas.
El gaucho es un producto de la ganadería extensiva. Su vida estaba muy vinculada al ganado, realizaba las tareas zafrales de matanza cuando las había, contrabandeaba ganado y cueros hacia Brasil o deambulaba por los campos alimentadose del ganado cimarrón. Su vida nómade se debe en parte al no tener trabajo fijo y depender de las tareas zafrales que surgían en un lugar u otro. Sobre sus orígenes hay diversas opiniones. Para algunos el gaucho se originó en la disgregación de la sociedad de Santa Fe, serían personas contratadas para realizar las vaquerías en la Banda Oriental, que se fueron estableciendo en ésta y mezclándose luego con los indígenas y mestizos del sur de Brasil. Para otros el gaucho se originó en la Banda Oriental con la mezcla de desertores españoles y portugueses, indígenas y bandidos dedicados al robo de cueros. La abundancia de ganado y la falta de orden en el campo les permitió sobrevivir y crecer en número. La extraordinaria valorización del cuero en la segunda mitad del siglo XVIII, hicieron que los gauchos se dedicaran al contrabando con Brasil.
El gaucho no era un tipo racial (los había blancos, indios, mestizos y negros), sino social y cultural. Su forma de vida evidencia la mezcla de culturas ya que, aunque mantenga algunos hábitos españoles (la guitarra, los naipes, el idioma), va a incorporar costumbres indígenas.
Con respecto a los indígenas hay que diferenciar a los guaraníes o tapes, que se integraron a la masa rural, se transformaron en peones o gauchos, de los charrúas que se mantuvieron aislados, conservando sus hábitos, y fueron corridos gradualmente hacia el territorio norte a medida que avanzaban los espacios cubiertos por las estancias. Desde la expulsión de los jesuitas, los indios guaraníes que estaban en las misiones se dispersaron por los territorios aledaños y buena parte de ellos se distribuyeron en territorio oriental y fue un aporte poblacional importante para la formación de la población rural. Muchas de las costumbres y conocimientos gauchescos fueron aportes guaraníes. También aportaron su tradición agrícola en la escasa agricultura que se practicaba, cultivando especialmente maíz, zapallo, papa, boniato y legumbres.
Pueblos de la campaña.- Montevideo fue la ciudad fundamental de la Banda oriental, pues además de sede de la administración, fié el centro de las actividades comerciales más importantes. No hubo ningún otro centro poblado que se le aproximara en importancia. En el resto del territorio oriental, por diversas circunstancias, se fueron creando una serie de villas y pueblos, cuyo progreso fue muy lento. En el surgimiento de estas poblaciones intervinieron factores de diversa índole; algunos fueron creados oficialmente por los gobernadores atendiendo necesidades militares o para colonizar determinadas zonas estratégicas. En otros casos los poblados se fueron formando espontáneamente en torno a una guarnición militar, a una capilla, o a un antiguo pueblo indígena.
Maldonado fue fundado en 1755 por el gobernador José Joaquín de Viana; las razones de su fundación eran estratégicas ya que se encontraba en una zona desde la que se podía controlar el acceso al Rio de la Plata y era frecuentada por barcos extranjeros. Las actividades de la Compañía Marítima, la caza de lobos marinos y la pesca de ballenas, le dieron cierta importancia.
San Carlos fue fundada en 1763 por el General Pedro Cevallos durante la campaña que realizó contra los portugueses. Los primeros pobladores fueron familias portuguesas que habían sido traídas por el ejército de Portugal para establecerlas en la Banda Oriental y que fueron abandonadas cuando auqel ejército, derrotado por Cevallos, regresó a Brasil.
Paysandú surgió en torno a un rancherío de indígenas guaraníes desplazados de las Misiones Jesuíticas y se calcula que data 1755 aproximadamente.
Minas fue fundada en 1783 por el encargado de la Real Hacienda de Maldonado, Rafael Perez del Puerto. Su fundación formó parte de un plan para establecer pueblos y guarniciones que hicieran frente a la penetración portuguesa. Para su fundación se utilizaron familias asturianas y gallegas que habían venido con la intención, fracasada,  de poblar la Patagonia.
Melo fue fundada en 1795 por el gobernador Agustín de la Rosa con la intención de sedentarizar poblaciones de la zona fronteriza y crear un centro de vigilancia de las actividades expansivas de los portugueses. Desde 1799 se habían creado guardias como la de Cerro Largo, Piraí y Aceguá.
Canelones o Guadalupe se formó en torno a una capilla que había sido levantada en 1755. La fundación de la villa data de 1778 y cuatro años después se instaló su primer cabildo.

 EL GAUCHO VISTO POR SUS CONTEMPORÁNEOS


“Son muy fuertes en los trabajos del campo y resisten la intemperie como no hay ejemplar; suelen pasar cuarentayocho horas sin más alimento que el mate, y su comida es un pedazo de carne asada, sin sal, sin pan, ni condimento alguno, y para esto suelen degollar una res desperdiciando el resto...Para la guerra tienen capacidades capaces de hacerla interminable, pues no faltándoles el caballo y la carne, sus horas de juego y sus mujeres, por nada se apuran. Y con la mayor facilidad hacen sus marchas y mudan de campamento, sin que les cauce incomodo la intemperie del invierno, ni los calores del verano, pues en todas las estaciones usan una misma ropa y se mantienen sanos y robustos...” (Caillet Bois, 1815)

“Cuando tiene dinero se va a emplearlo en aguardiente en la pulpería más cercana, de donde no sale hasta haber acabado su caudal. Sus pasiones favoritas son el juego de cualquier especie que sea, carreras de caballos, corridas de patos, naipes, bochas y mujeres...” (Espinosa y Tello, último decenio del siglo XVIII)

“Libres e independientes de toda clase de potestad, acomodados a vivir sin casa ni arraigo, manejando a su discreción un tesoro inagotable como es el de los cueros, fácil es conocer el contento que dará esta vida a los que la disfrutan sin temor de pena alguna...” (Brito Stefano, fines del siglo XVIII)

“Los gauderios son unos mozos nacidos en Montevideo o en los vecinos pagos. Mala camisa y peor vestido procuran cubrirse con uno o dos ponchos que les sirven de cama con los sudaderos del caballo, sirviéndoles de almohada la silla. Se hacen de una guitarrita que aprenden a tocar muy mal y a cantar desentonadamente varias coplas que estropean y muchas que sacan de su cabeza, que regularmente ruedan sobre amores. Se pasean a su albedrío por la campaña y con notable complacencia de aquellos semibárbaros colonos, comen a su costa y pasan semanas enteras tendidos sobre un cuero, cantando y tocando. Si pierden un caballo o se lo roban, toman otro de la campaña...”  (Concolorcorvo, 1773)

“No dejarán de asombrar a quien no está acostumbrado a verlos con la barba siempre crecida, inmundos, descalzos y aún sin calzones, con el tapalotodo del poncho, por cuyas maneras, modos y trajes, se viene en conocimeinto de sus costumbres, sin sensibilidad y casi sin religión. Los llaman gauchos, camiluchos o gauderios. Como les es muy fácil carnear, pues a ninguno les falta caballo, boleadoras, lazo y cuchillo con que coger y matar una res, o como cualquiera les da de comer gratis, satisfaciéndose con sólo la carne salada, trabajan únicamente para adquirir tabaco, que fuman, y el mate de la yerba de Paraguay, que beben por lo general sin azúcar, cuantas veces pueden al día...” (Miguel Lastarria, fines del siglo XVIII)

“Estos pastores no tienen en sus casas otros muebles que un barril para ir a buscar agua, un cuerno para beber, palos puntiagudos para asar la carne y una chocolatera de cobre para calentar el agua donde hacen la infusión de la hierba de Paraguay. Para hacer caldo a un enfermo no tienen olla alguna; en un cuerno de toro lleno de agua meten carne partida en pequeños pedazos, y la cuecen rodeando el cuerno de brasas... Lo más corriente es que duerman en una piel de vaca tendida en el suelo. Se sientan sobre sus talones o sobre un cráneo de vaca o de caballo. No comen legumbres ni ensaladas, diciendo que son pasto, y se mofan de los europeos que comen como los caballos y usan aceite, otra cosa que les repugna mucho. No se alimentan más que de carne de vaca asada como lo hacen los charrúas y sin sal. No tiene hora fija de comer y se limpian la boca con el lomo del cuchillo, y las manos en las piernas o en las botas. Los alrededores de sus casas están siempre cubiertos de huesos y cadáveres de vacas, que se pudren y apestan; porque no comen más que el solomillo, la pierna y la carne que recubre el vientre y el estómago, a la que llaman matahambre, y tiran todo lo demás...
No tienen jubón, ni calzones, ni chaleco, y se limitan a marrarse a la cintura con una cuerda el chiripá, que es un pedazo de tela basta de lana. Hay muchos que no tienen camisa, pero poseen sombrero, calzones blancos y poncho y botas  hechas con la piel de la pierna de una yegua o ternera, cuya curva forma el talón de la bota. Otros se valen para esto de pieles de gatos salvajes. Como no tienen barberos, llevan ordinariamente la barba muy larga; se afeitan ellos mismos, rara vez y con su cuchillo. Las mujeres llevan los pies desnudos y son sucias. Su traje se reduce a una camisa amarrada a la cintura por un cinturón y sin mangas; con frecuencia no tienen ninguna para cambiarse. Para lavar esta camisa van a la orilla del agua, se la quitan, la lavan y extienden al sol; cuando está seca se la ponen de nuevo y vuelven a su casa. En general no se ocupan de coser ni hilar; sus quehaceres se reducen a barrer, encender el fuego para asar la carne y calentar el agua para hacer la infusión del mate...
Apenas tiene un niño ocho días, cuando su padre o su hermano lo cogen en brazos y le dan un paseo a caballo por el campo hasta que empieza a llorrar, y entonces lo llevan a la madre que le da de mamar. Estos paseos se repiten frecuentemente hasta que el niño se encuentra en estado de montar solo en caballos viejos y mansos. Así se le educa, y como no oye nunca la campana de un reloj, no ve regla ni medida en casi ninguna cosa y sus ojos no perciben más que lagos, ríos, desiertos y algunos hombres desnudos y errantes quepersiguen a las fieras y a los toros, se acostumbra al mismo género de vida y de independnecia. No conoce en nada medida, cálculo ni reglas; no aprecia la sociedad de los pueblos, que no ha visto, y el amor a la patria le es desconocido por completo. No da importancia alguna al pudor, la decencia y las comodidades de la vida; carece de toda clase de instrucción y no sabe ni obedecer. Acostumbrado desde la infancia a degolar animales, le parece cosa natural hacer lo mismo con una persona, con frecuencia sin motivo particular y siempre a sangre fría y sin colera, porque esta pasión es desconocida en estos desiertos...
Como están acostumbrados a hacer lo que quieren, no se los ve nunca tener adhesión a ni al lugar ni al patrón, aunque este les pague y los trate bien. Cuando les parece lo abandonan, frecuentemente sin despedirse, y a lo sumo le dicen al marcharse: ‘ Me voy porque hace mucho tiempo ya que le sirvo’. Son muy hospitalarios, y si cualquier transeúnte se presenta en su casa, lo alojan y lo alimentan, frecuentemente sin preguntarle quien es ni a donde va, aún en el caso de que permaneciera muchos meses.” (Felix de Azara, fines del siglo XVIII)